Ventanas de oportunidad, microventanas y timings – Conceptos básicos de estrategia y diseño en juegos (VI)

Timing window

Introducción

Aunque en verdad no existe mejor método de cultivar el conocimiento y la calidad técnica en una disciplina, la reflexión y el análisis no son hábitos que muchos desarrollamos por puro disfrute.

Si ya de normal se hace tedioso, estudiar pacientemente los principios teóricos de una actividad creada con el objetivo específico de ser activa, intensa y de buscar la siguiente ráfaga de diversión cortoplacista consigue serlo aún más.

Pese a ello, el desarrollo de un repertorio de habilidades fundamentales de análisis nos ayudará a entender la evolución competitiva del juego que nos interese.

Y entre ese repertorio de técnicas de análisis que es recomendable incorporar, una que acostumbra a pasar desapercibida por el radar de la mayoría de jugadores es la que reside en la identificación lo que se llaman «ventanas de oportunidad temporales», los famosos timings.

La importancia de las ventanas de oportunidad

En juegos competitivos valoramos el estado y el potencial de nuestros recursos principales, los agentes, comparando con aquellos que sospechamos o sabemos que posee un rival en el mismo momento; con ello pretendemos averiguar si nos hallamos en una posición de fuerza o debilidad; pretendemos averiguar lo que el rival puede y no puede hacer, etcétera.

Respondemos a semejantes cuestiones con la identificación de ventanas de oportunidad, que no sólo sirven para responder si sí o si no, ya que van más allá y responden con un más concreto «cuándo».

Así, las ventanas de oportunidad ayudan a definir el espacio de tiempo durante el cual a un arquetipo de estrategia o a un agente de juego se les permite perseguir la iniciativa —y con ello la victoria—.

En base a las percibidas ventajas o desventajas, el competidor perteneciente a la más alta élite decidirá actuar de una forma u otra, secuenciando tácticas de corte proactivo o reactivo; asimismo discriminará qué objetivos y planes son viables dependiendo de la situación y fase de partida en la que se encuentra sumido.

Dependiendo del tipo de juego, la extensión de tiempo analizada puede ser de tan sólo unas décimas de segundo de duración o llegar a durar días enteros.

Muchos son los títulos que, por voluntad de diseño o balance, distinguen fases de partida separables en las que se dictamina con relativa claridad el tipo de agentes y tácticas que ostentan un mayor poderío.

El metajuego en gran parte evoluciona gracias al continuo proceso de refinamiento en la identificación de esos repartos de poder a lo largo del tiempo.

Suma cero: el poder de una cosa se mide en términos relativos

Manteniendo las nociones en cuenta, resulta importante que a la hora de analizar una ventana de oportunidad se trace una clara diferencia entre el poder evaluado en términos relativos y el poder evaluado en términos absolutos.

Algunos juegos competitivos establecen sistemas de progresión en los cuales los recursos, agentes y subagentes crecen orgánicamente hasta un límite dentro de los parámetros establecidos por ellos mismos.

No dejando de ser juegos de suma cero, con objetivos de victoria escasos, interacción, intercambios y final bien delineados, debemos entender que se está en competición adversa contra un oponente para determinar un inevitable veredicto de ganador y perdedor.

Entonces, el método de evaluar el reparto de poder ha de ser en términos relativos.

Ocurre algo similar en cuestiones como la política profesional en democracia.

El alcalde del municipio en el que cada uno de nosotros hacemos nuestra vida es una persona que ocupa un cargo singular de acceso restringido por ley.

Con el objetivo de ganar, perpetuarse e implantar cualesquiera que sean sus deseos y visión, los partidos políticos compiten por una cantidad finita de sillones en sus correspondientes órganos ejecutivos y legislativos; lo hacen porque interpretan que el control mayoritario de dichos órganos les otorga un poder efectivo sobre las competencias que las instituciones públicas se arrogan para sí.

Con ello, el bienestar de un partido político está condicionado en posición relativa a la de los partidos rivales; el éxito de uno supone obligatoriamente una desigualdad directamente proporcional a la del resto.

Incluso cuando el número de cargos a rellenar se amplía, la fragmentación del poder no implica que esta no deje de quedar supeditada al control último dentro de los confines de lo que es la propia institución.

Es por ello que la lucha por el control político, al igual que los juegos competitivos, puede interpretarse como un circuito cerrado de suma cero, donde lo que importe es tener la mayoría de poder, sea esta de cincuenta y uno sobre cien o de doscientos cincuenta y uno sobre quinientos.

Pensemos en una partida de póker.

Para ganar una ronda disputada, lo único que hace falta es que un jugador tenga la mano de superior jerarquía; si se gana por escalera real frente a escalera de color o por carta más alta es, salvando criterios estéticos, irrelevante.

No importa cómo se ha ganado; importa si se ha o no.

Los recursos sólo tienen valía en contraposición a aquellos de los que dispone el oponente; así llegaríamos a la conclusión de que las progresiones en juegos competitivos, a diferencia de los juegos colaborativos, no son en realidad más que una mera ilusión.

¿Cómo funcionan las ventanas de oportunidad?

Visualicemos la idea de una ventana de oportunidad y la diferencia entre poder relativo y absoluto con una configuración de juego básica.

Planteémonos que existe un hipotético título competitivo de dos jugadores donde cada uno controla a un único agente.

Por razones de conveniencia, digamos también que los agentes están dotados de una única variable estadística que determina lo que viene a ser su poderío.

En un caso real la variable podría representar una de muchas características de las que se dotan a un agente: velocidad, ataque, defensa…

En nuestro ejemplo, el agente del jugador A comienza la partida con un valor base (Ba) igual a nueve, y esa variable aumenta en un valor de uno con cada unidad temporal (t) que va pasando a lo largo de la partida; la unidad temporal bien podría equivaler a un turno, un minuto, una hora… lo que nos apetezca.

La función que definiría el poder del Agente A (pA) se resumiría en

pA =  Ba + t

Por su parte, el agente del jugador B comienza con un poder base (Bb) de tres y crece a un ritmo de tres por unidad temporal sucesiva.

La función que definiría el poder del Agente B (pB) se resumiría en

pB =  Bb + 3t

Ventana de oportunidad

En la tabla observamos lo evidente: durante el juego temprano es el agente A el más poderoso de los dos, triplicando en poder al agente B.

Sin embargo, pasadas tres unidades temporales —y habiendo crecido ambas variables de poder en términos absolutos— A pierde su ventaja y queda igualado con B, que ya en la siguiente unidad temporal consigue la ventaja definitiva.

Los dos agentes han mejorado objetivamente sobre sus versiones anteriores, pero el balance de poder se ha desplazado.

Timing window in absolute terms

Si ambos agentes tuviesen que intercambiar, en condiciones normales —asumiendo que ambos agentes ejecutan correctamente sus tácticas— habría un espacio de tiempo durante el cual A ganaría a B (t > 3).

En juegos diseñados para el intercambio entre agentes, lo normal es que ostentar la ventaja relativa se traduzca en una victoria asegurada en caso de combate, sobre todo cuando las acciones son automáticas y no precisan de habilidad mecánica.

Por lo tanto, mientras el jugador que controla al agente A tenga una ventaja teórica de más del cincuenta por ciento, irrelevantemente de si su poder sigue creciendo debería estar buscando oportunidades de intercambio con la intención de capitalizar proactivamente sobre su ventajosa posición; a la par que el agente B debería replegarse lo máximo posible.

La situación, como acabamos de ver, acabaría por invertirse.

Timing window

En la segunda gráfica se plasma la presencia de las dos ventanas de oportunidad ejemplificadas; esos son los espacios temporales durante los cuales hay «timings» susceptibles de aprovechamiento por parte del controlador de cada agente.

Tal es la importancia de las ventanas de oportunidad que los juegos competitivos muestran constantemente el principio en acción aunque, en verdad, lo hagan de maneras muy distintas.          

Por suerte, con algo de práctica y un ojo atento acaban siendo fáciles de detectar. En nuestro caso hemos utilizado una configuración de crecimiento lineal para dos agentes; en la práctica, el incremento o contracción de la utilidad general de uno o varios agentes se distribuye a través de un abanico de variables que después se agregan.

Algunas variables del mismo agente crecen cuando otras decrecen.

Igualmente, el crecimiento a lo largo del tiempo de las variables asignadas puede fluctuar según las decisiones tomadas en la partida.

El crecimiento puede ser fijo o flotante, abrupto o constante, determinado por el reloj de juego o por las acciones emprendidas por cada individuo; puede ser lineal, exponencial, volátil e irregular…

No olvidemos que en la vida real el fenómeno es igual de corriente.

Bien guiado, el cerebro de un niño es una esponja que absorbe información y aprende a un ritmo que muchas personas ya adultas querrían para sí mismos.

El deterioro cognitivo y la pérdida progresiva de facultades demuestran que, en casi cualquier actividad humana, llega un momento en el cual una persona envejecida tiene que ceder ante la energía de una más joven.

Ocurre así con atletas; con tecnologías que se adoptan, se perfeccionan y luego quedan obsoletas; con compañías cuyos modelos de negocio cambian y con muchas más cosas que alcanzan un punto álgido o que todavía están por alcanzarlo.

Ejemplo de una ventana de oportunidad en League of Legends

La extensa y distintiva variedad temática de los campeones de League of Legends se expresa además en los matices que cada campeón desprende al jugarse.

Empero, todos los personajes del MOBA de Riot siguen un esquema de posiciones y arquetipos al cual se han de ajustar. Dependiendo de las variables estadísticas de ataque, vida, armadura, nivel y objetos que se les permite comprar, estos campeones tienen preconfigurados, dentro de un marco teórico, tanto su rol como el momento óptimo en el cual su potencial de utilidad se maximiza.
Por ejemplo, «Pantheon», campeón cuyo diseño artístico recuerda al de un hoplita de la Grecia Antigua, tradicionalmente ha sido asignado con la tarea de ser un campeón asesino. En consecuencia con el papel que ocupa, Pantheon es notorio por su buena movilidad, que complementa con uno de los daños base más altos al principio y mitad de la partida estándar de LoL, lo cual implica que sus probabilidades de salir ganando un duelo inicial sean altas; mientras que después sufre al no escalar en poder sus ataques en el juego tardío, cuando los jugadores han llegado al máximo nivel, el dieciocho, y no pueden equiparse ya con más objetos.
En un ángulo diametralmente opuesto al de Pantheon, «Veigar» es un mago yordle —una especie autóctona del juego que se asemeja a un hámster— que poco tiene en común con el temible guerrero.

La antítesis del hoplita, si el primero se basa en un estilo de juego «en tu cara» de combate cuerpo a cuerpo, el segundo emplea una vara mágica para invocar hechizos que impactan en un pequeño área desde una distancia relativamente segura.

Veigar es inmóvil, lento y con muy poco daño al principio de la partida.

Sin embargo, a diferencia de Pantheon y de muchos otros campeones de LoL, el yordle es como una bola de nieve que empieza a rodar colina abajo sin parar: su daño está configurado para no tener tope, tendiendo hacia el infinito; la implicación que tiene esa característica singular es que la letalidad de Veigar no ceja de crecer con cada minuto que pasa en del campo de batalla.
A partir del tercer nivel de una partida de LoL, instante en el cual los campeones desbloquean todas sus habilidades básicas y comienzan a pelear en condiciones, podríamos asumir que la presencia de un Pantheon supone un gran peligro para los campeones del equipo enemigo, en particular para aquellos como Veigar.

Dada la situación, un Pantheon en manos competentes se sentiría compelido a hacerse con la iniciativa, buscando peleas contra un Veigar a principios de partida, y no sólo eso: lo haría con apremio, pues sería consciente de que el reloj sin duda alguna va en su contra.
Representado el reparto relativo de poder en una gráfica, se observaría una irregular pero clara transferencia que iría desfavoreciendo al asesino y primando al pequeño hechicero yordle; un Veigar listo tomaría nota y esperaría con paciencia su turno para lanzarse al ataque, sin exponerse a riesgos innecesarios que atrasaran la llegada de su momento de ventaja.

Entretanto, si el Pantheon viera que el Veigar contra el que se enfrenta es precavido, en esa situación intentaría coordinarse con el resto de su equipo para perseguir objetivos estratégicos alternativos; en el caso contrario, encontrándose contra un Veigar suicida, Pantheon se dedicaría simplemente a iniciar y ganar la mayor cantidad de duelos posibles, reteniendo su ventaja más de lo que en teoría debiera.
De aquí sacamos varias lecciones: la primera, las ventanas de oportunidad determinan cuales son las relaciones de poder entre agentes enfrentados y qué jugador tiene mayores posibilidades de adquirir la iniciativa; la segunda, la mera amenaza de una ventana de oportunidad potencialmente explotable por el oponente, sin siquiera la necesidad de ser ejecutada, disuade de ciertos comportamientos por parte del jugador en desventaja; en tercer lugar, a la hora de construir una estrategia consistente es adecuado aprovechar sinergias temporales, eligiendo aquellos agentes y subagentes que operan sobre ventanas de oportunidad próximas entre sí.

Ejemplo de una ventana de oportunidad en Starcraft

En Starcraft, los «zerglings» y los «fanáticos» conforman, respectivamente, las unidades cuerpo a cuerpo más básicas de los ejércitos de las razas zerg y protoss.

Durante el transcurso de una partida a los jugadores se les permite recolectar y gastar recursos minerales y de gas, las divisas con las que opera el juego.

Entre las muchas formas de invertir recursos, la investigación de mejoras que hacen que las unidades militares adquieran más daño, armadura o alguna habilidad que antes no poseían es una de las más notables; dichas mejoras normalmente tardan unos minutos en completarse.

Los zerglings —insectoides que se asemejan a una jauría de perros— tienen treinta y cinco puntos de vida por unidad, y los fanáticos —alienígenas de cuyas garras salen dos espadas de energía— sin mejorar poseen una animación de combate de dieciséis dividida en dos ataques distintos (8 x 2 = 16).

Forzados a intercambiar, un fanático mata a un zergling ejecutando tres animaciones de ataque seguidas [(8 x 2) x 3 = 48]. Si el jugador protoss investiga la mejora «+ 1 de ataque», entonces lo mata con tan solo dos [(9 x 2) x 2 = 36].

La consecuencia evidente de investigar la mejora de ataque + 1 es que los zerglings mueren significativamente más rápido.

El fanático aumenta su eficiencia, tardando menos en acabar con una unidad y permitiéndose así buscar otra a la que atacar. En escaramuzas con muchas unidades la mejora desencadena un efecto cumulativo que infinidad de ocasiones ha supuesto la diferencia entre una derrota, un intercambio igualitario y una victoria.
Mas, y aquí está el truco de la cuestión, al jugador zerg se le permite asimismo investigar su propia mejora, en este caso una defensiva de «+1 de armadura». Si la completa, los zerglings ahora reciben un daño menos por cada ataque, volviendo a tardar tres animaciones en morir y contrarrestando la ventaja previa de los fanáticos [(9 – 1) x 2 x 3 = 48].
Desde el momento en el cual uno de los dos jugadores decide investigar la mejora, un cronómetro de un par de minutos se activa; el oponente ha de reciprocar investigando la suya propia o exponerse a combatir en condiciones de inferioridad material cualitativa.

Como alternativa, el oponente puede decidir no invertir en mejoras, en cuyo caso más le vale gastar sus recursos sabiamente, quizá en un ejército superior en número con el cual esquivar la desventaja cualitativa.
A lo largo de la historia competitiva de Starcraft se han elaborado toda una retahíla de estrategias que se centran de la explotación de ventanas de oportunidad temporales con mejoras. En los niveles más altos incluso podría afirmarse que el juego consiste en comprender las formas mediante las cuales las aperturas, órdenes de construcción y decisiones de gasto interactúan entre sí.

Microventanas de oportunidad y conclusión

En títulos donde las tácticas se despliegan en tiempo real —la mayoría videojuegos tipo MOBA, RTS, juegos de lucha y de disparos— encontramos la presencia de un tipo de ventanas de oportunidad de poca duración: los «microtimings».

Nacidos de las acciones directas de los jugadores, las «microventanas de oportunidad» conforman esa clase de pequeños detalles que demarcan gigantescas brechas de habilidad táctica entre jugadores.

Pongamos que se da el caso de una partida donde el controlador del agente A decide, con el fin de cumplir un objetivo arriesgado, desviarse ligeramente a una parte del mapa. La decisión realmente no es buena, porque a raíz de ella se abre un espacio de tiempo en el cual el controlador del agente B se le permite perseguir un objetivo propio. Resultando que B podía haber causado estragos, no despliega una contramedida, puesto que se percata del error posicional cometido por A demasiado tarde.

Huelga mencionar que las oportunidades desperdiciadas son cosa harto abundante en títulos competitivos. En MOBAs y shooters, por ejemplo, muchos jugadores vacilan al decidir dónde —o siquiera si— se desplazan en determinadas situaciones, y dejan que los oponentes tomen objetivos con demasiada impunidad posicional; o no contraatacan despiadadamente cuando el agente enemigo gasta sus habilidades y estas se encuentran en enfriamiento —en un MOBA las habilidades de un personaje tardan unos segundos en poder volver a ser utilizadas, y en un shooter el agente tarda en recargar su arma—.

En conclusión, la lección que brindan las microventanas de oportunidad es la misma que la de las ventanas de oportunidad. A veces básicas e instintivas, a veces profundas y escabrosas, aprendiendo a aprovechar ambas nuestro nivel como estrategas mejorará significativamente. Cuanto más pronto adoptemos la costumbre de identificarlas y analizarlas, más pronto seremos capaces de ver ganancia allí donde los jugadores de menor calidad no distinguen nada.

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